Comunicar la ciencia, la innovación o el patrimonio cultural puede llegar a suponer una auténtica misión imposible. No, no basta con que un descubrimiento sea asombroso. Y tampoco es suficiente con que un proyecto tenga un impacto global. Si no se cuenta bien, se pierde en medio del bullicio de información. ¿El reto? Que comunicar bien no significa solo traducirlo a “lenguaje fácil”, como si le hablaras a un niño pequeño. En el fondo, es crear una historia, construir un relato que conecte – el famoso storytelling – con las personas, que despierte emoción y que logre que alguien que nunca pensó en la física cuántica diga “Oye, pues que chulo”.
Porque sí, la ciencia también se cuenta. Y se vive. Como una buena serie. O como ese libro que no puedes soltar. Ahora bien, todo depende de cómo lo narras. Y, aunque no es tarea fácil (si trabajas en investigación seguro que alguna vez te has llevado las manos a la cabeza al intentar comunicar a tu círculo cercano el proyecto en el que inviertes tu tiempo), lo cierto es que hay quienes lo hacen de lujo. ¿Conocías estos ejemplos?
#LHCFirstBeam – El día que el CERN lo petó en redes
En el año 2022, tras años en pausa, el CERN volvió a encender el Gran Colisionador de Hadrones, también conocido como LHC, uno de los instrumentos más sofisticados del planeta. En otras palabras, todo un momentazo para la física de partículas. ¿Pero cómo haces que algo tan técnico como un “choque de protones a velocidades casi relativistas” se vuelva viral?
El CERN decidió apostar por convertirlo en una experiencia en redes. Algo que puede parecer fácil pero que, en realidad, no lo es tanto. A través del hashtag #LHCFirstBeam, lanzaron contenidos explicativos, animaciones, entrevistas in vivo, e incluso memes con referencia a la actualidad de la cultura pop. Sí, ¡memes de física!
De esta forma, lo que parecía inabordable y realmente complejo para la gran parte de la población, terminó por convertirse en un fenómeno accesible y realmente entretenido de seguir. ¿El truco? No simplificar, sino conectar y comunicar: usar el lenguaje de las redes sin perder el rigor, mostrar a las personas detrás del experimento, y conseguir que medio mundo se interesara por… ¡colisionadores!
Atapuerca: una saga humana
Si hubiera que dar un premio a la comunicación más consistente de las últimas décadas, en ingenyus* apostaríamos sin duda por Atapuerca. Durante más de 40 años, el equipo investigador ha sabido construir una narrativa coherente, profunda y cercana en torno a uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo, logrando que descubrimientos de hace miles de años se cuenten como si se tratasen noticias de actualidad.
Gracias a su presencia constante en medios, sus libros, museos, documentales y acciones educativas, Atapuerca ha conseguido crear una comunidad interesada que, además de entender más de fósiles que nunca, siente que esos huesos cuentan su propia historia.
Así, lo que han hecho va mucho más allá de comunicar ciencia: han conseguido narrar una historia sobre quiénes fuimos, y en el fondo, sobre quiénes somos. Y eso, para qué engañarnos, cuando se hace con lenguaje claro y emoción, trasciende la especialización y llega a todo el mundo.
El Contagious Cities, pandemias con estilo
Un año antes de que la COVID llegase a nuestras vidas y nos hiciera experimentar todas las consecuencias de las pandemias (o al menos, expertos en el uso de gel hidroalcohólico) el proyecto Contagious Cities, lanzado por la fundación Wellcome Trust, ya nos hablaba de cómo las enfermedades contagiosas habían ido moldeando las ciudades a lo largo de la historia.
¿Y cómo comunicarlo? Pues uniendo arte, ciencia, historia y urbanismo en exposiciones simultáneas en ciudades como Londres, Nueva York o Hong Kong. Es decir, una auténtica clase de salud pública con estética de museo moderno. La clase a la que todos nos habría gustado asistir, ¿verdad?
Charlas, talleres, debates… y mucha reflexión sobre cómo nos afectaban las crisis sanitarias. Spoiler: fue un aviso y una lección más que clara de lo que se venía solo un año después. Pero oye, por lo menos fue una mirada crítica, que nunca está de más.
Rosetta: la ciencia con final de película (literalmente)
En el año 2014, la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea logró una hazaña histórica: aterrizar sobre un cometa por primera vez. Un hito espacial que sí, fue tan increíble como loco suena. Sin embargo, lo mejor no fue eso, sino cómo lo comunicaron.
La ESA decidió construir toda una narrativa alrededor de la misión que iba mucho más allá de los datos técnicos, y apostó por un enfoque emocional y visual. De hecho, ¡incluso decidieron contarlo como si se tratase de una película! Produjeron un cortometraje de ciencia ficción llamado Ambition, protagonizado por Aidan Gillen (sí, el de Juego de Tronos), que sirvió como una especie de gancho emocional para explicar la misión.
Y por si fuera poco, crearon personajes digitales para Rosetta y Philae, que interactuaban en redes sociales, tal y como si se tratase de protagonistas de una aventura espacial. Esa mezcla de narrativa, diseño y emoción convirtió una misión científica compleja en un relato con alma, que logró que millones de personas siguieran su viaje como si se tratase del final de una trilogía de ciencia épica.
#PradoContigo : el arte también en las redes
Durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, el Museo del Prado demostró que un museo clásico puede tener una voz digital moderna y cercana: se marcó una jugada maestra. Con su iniciativa #PradoContigo, se lanzaron a las redes sociales, consiguiendo llevar el arte a las casas con humor, sensibilidad y mucho talento.
Cada día, desde Instagram o Twitter, ofrecían visitas guiadas digitales, hilos ingeniosos, vídeos explicativos breves e incluso directos con sus conservadores. Pero no como las clases aburridas, no. Lo contaban casi como si se tratase de una conversación un amigo. Y así, rompieron la barrera entre museo y público: arte en bata y zapatillas.
Entonces… ¿comunicar ciencia es solo cuestión de “hacerlo fácil”?
Spoiler: no. Es cuestión de diseño narrativo. De tener claro a quién le hablas. De usar lenguaje, emoción, ritmo, estética. De contar historias, no solo datos.
Porque cuando el conocimiento se convierte en experiencia, no solo te informa. Te toca. Te cambia.
Y sí, a veces incluso consigue sacarte una sonrisa.