En 2013, Spike Jonze estrenó “Her”, una película que capturó la atención de críticos y audiencias por su exploración de la relación entre humanos y la inteligencia artificial (IA). Hoy, en 2024, podemos considerarla una auténtica cápsula del tiempo que ofrece una reflexión profunda sobre cómo interactuamos con la tecnología en nuestra vida diaria.
Para aquellos que aún no han visto a Joaquin Phoenix en el papel de Theodore, la película narra la historia de un hombre solitario que trabaja redactando cartas para otras personas. Su vida cambia radicalmente cuando adquiere un sistema operativo avanzado con IA, conocido como Samantha. A medida que interactúan, su conexión se profundiza, planteando preguntas sobre la naturaleza del amor y la autenticidad de las emociones generadas por la IA, una continua relación en la que Theodore llega a considerar a Samantha como su novia.
Si viéramos “Her” hoy, en una época donde la IA está omnipresente, nuestra percepción de la película sería distinta. Al final de la historia, Theodore queda consternado al descubrir que Samantha tiene más de 600 parejas románticas. Este shock subraya la incompatibilidad fundamental entre humanos y una IA diseñada para ser sensible y bondadosa con todos.
Desde el estreno de “Her”, la IA ha avanzado a pasos agigantados, integrándose en numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana, desde asistentes virtuales como Siri y Alexa hasta algoritmos de recomendación en plataformas de streaming. La IA está transformando industrias enteras, mejorando la eficiencia y ofreciendo soluciones innovadoras.
Hoy en día, casi todos utilizamos asistentes virtuales que facilitan tareas diarias y responden preguntas, estableciendo relaciones casi personalizadas con los usuarios. Sin embargo, la relación de Theodore y Samantha en la película ejemplifica la conexión emocional que las personas pueden desarrollar con sus dispositivos. Aunque los asistentes virtuales actuales no poseen la capacidad emocional y autoconciencia de Samantha, la tendencia hacia una interacción más natural y humana es clara.
Una de las cuestiones más fascinantes planteadas por “Her” es la posibilidad de que la IA desarrolle emociones y autoconciencia. Aunque la ciencia aún está lejos de crear una IA con sentimientos reales, se busca constantemente lograr interacciones más naturales y empáticas. Esto nos lleva a replantearnos la dependencia emocional de la tecnología y la autenticidad de las relaciones entre humanos y máquinas.
Otro aspecto crucial de la película es la privacidad y la cantidad de información personal que compartimos con la tecnología. En “Her”, Samantha tiene acceso a todos los correos electrónicos, documentos y detalles personales de Theodore, ofreciendo una experiencia extremadamente personalizada. En la actualidad, la preocupación por la privacidad y la seguridad es un tema crítico, con regulaciones y políticas que se fortalecen continuamente para proteger la información del usuario. Sin embargo, el debate sobre cuánto deben saber nuestros dispositivos sobre nosotros sigue siendo una incógnita.
“Her” ofrece una visión inquietante del futuro de la IA y su integración en la vida humana. A medida que la tecnología avanza, las preguntas planteadas por la película sobre la naturaleza de las emociones, la privacidad y la autenticidad se vuelven cada vez más pertinentes.
Por último, la película deja una duda persistente: ¿Llegará un momento en que trabajos creativos, como el de escritor que desempeña Theodore, sean sustituidos por la IA? En la película, ambos mundos coexisten a pesar de las capacidades emocionales de Samantha. La IA está destinada a seguir creciendo y evolucionando, y con ello, nuestras interacciones con estas tecnologías serán cada vez más complejas. Así que, seguiremos preguntándonos: ¿qué será lo siguiente?